miércoles, 6 de abril de 2011

Análisis de Espectáculo

El Día que el León Bajó la Montaña – CIA De-Dos Teatro

La Cia De-Dos Teatro actúa desde hace muchos años mezclando distintas técnicas de construcción, utilizando diversos recursos y cuentos con el fin de “compartir con el mundo nuestras inquietudes, bien para encontrar respuesta, bien para hacer denuncia, bien para preguntar, bien para conocer, o simplemente para provocar una sonrisa” según consta en su pagina WEB. Esta agrupación que cuenta con un elenco en nuestro país y otro en España, nos presentó un trabajo dinámico, de muchos colores y un mensaje muy claro.


El día que el león bajó la montaña es un trabajo franco, sin muchas pretensiones, que mantiene un dialogo directo con el público, abordando el cuidado al medio ambiente.
La puesta en escena cuenta con actores y muñecos que ayudan al protagonista, el León Hamlet – personaje simpático, desenvuelto que cautiva al espectador al entrar – a encontrar y reestablecer el corazón de la montaña y comprometer a los espectadores con la causa ecológica. Un tema que compone la visión de mundo que pretende transmitir la agrupación.

Los recursos escénicos utilizados son conocidos. El público responde muy bien a los estímulos que se les entregan. La escena de inicio es poética tanto por la luna y el sol, como por los muñecos guantes, que se reinventan como tramoyas, en un hallado muy divertido. La escenografía compuesta por telas y los movimientos y cambios que producen, provocan sorpresa en la platea.

Quiero hacer aquí una primera detención y abordar un tema que me resuena interesante.
Partamos por mirar la escena donde Hamlet arma un pic-nic. Cuando se acerca el guardabosque, el león se esconde. Al ser inquiridos por la responsabilidad de dejar el mantel olvidado, el león se oculta e instiga a los espectadores a defenderlo, evadiéndolo de su responsabilidad. El recurso funciona. Rápidamente los presentes se ponen a favor o en contra de él, generando la participación que se espera – y que siempre viene – del espectador. Sin embargo, el recurso, a pesar de ser efectivo es incoherente. A este personaje se le permite la duda, la distracción y la cobardía, pero no la mentira no es parte de su poética. El protagonista se asusta, se esconde, tiene miedo, todo esto concatenado, pero al incitar el espectador, al negar su falta – el mantel olvidado – salimos a otra discusión que al final no se concreta. Queda en el recurso dramático.
Otro ejemplo de huida de su poética es el momento donde afirma ser globalizado. Si no conoce al ser humano, no conoce la ciudad, tampoco los autos ni los semáforos. Él no es globalizado. Al afirmar que sí lo es, resulta ser chistoso, pero aleja riesgosamente el personaje de su eje, de su poesía.
Otro aspecto bastante utilizado por el grupo es el improviso. Las salidas del texto son bienvenidas por el público y denota que los actores dominan muchas herramientas. Pero principalmente disfrutan con su trabajo. Y es placentero para todos darse cuenta del goce de actuar.
Hay dos puntos que presentan falencias importantes. Lo primero, tiene que ver con la forma, todos los personajes abordan al público. Un largo y cliché “hoolaaaaa”. Esta saludo tiende a llevar el tono de la conversa, por decirlo de alguna forma, a una infantilización innecesaria. Variar los tonos, colores e intensidades de cada encuentro público/personaje tiene más que ver con lo se quiere lograr con el espectáculo.
Si por un lado vemos actores deleitándose con estar arriba del escenario, seguros divertidos y divirtiéndose, por otro, vemos muñecos que no parecen estar tan cómodos como sus compañeros humanos. No es casualidad que Pepe, el guardián del bosque logra estar más suelto que sus hermanos muñecos. Tiene una construcción que le posibilita un desplazamiento más amplio, ágil y una mirada mas definida. El pez, el perro y la montaña están distantes de lograr una comunicación integral y justificar su sentido de existir en el montaje.
El pez es un muñeco precioso, pero que está construido para ejecutar con eficiencia el salto en el mar. Pero no para hablar. Al hablar y dirigirse al público no se ven bien sus ojos, no tiene foco definido, deja de flotar y resiste dramáticamente sólo por el texto. También, con una mirada indefinida el perro incurre en la misma falta. Se mueve poco, no tiene acciones. No hace cosas. El dice las cosas que hace cuando mejor sería que simplemente las ejecutara.
Lo primordial al tener un objeto animado en escena es que se mueva. La belleza del títere está en las cosas que puede hacer. De lo contrario el muñeco pasa a cumplir un rol de adorno y punto de emisión de texto, cuando pueden ser personajes potentes que funcionen por sí solos, y así lo requiere el montaje. El espacio del teatrino es amplio y pudiera ser mejor utilizado.
Al margen de los puntos de divergencia descritos anteriormente, la agrupación DE-DOS TEATRO nos entrega un trabajo divertido, preocupado y comprometido con su entorno y que viene de una larga y respetable trayectoria.

Luciano Bugmann

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