El nombre de la compañía que presenta la obra Bitácora del Livin Run es, de alguna manera, intrigante. Peligro suscita riesgo. Riesgo es algo temible, pero también excitante. Vértigo.
Ver títeres es algo que está, de algún modo, en el inconsciente de todas las personas, como diría el Maestro Luis André (1). Imaginar un títere en una situación de riesgo, un objeto que por premisa nos alenta y nos conmueve, causa una sensación, por lo menos, interesante. Deja trasparentar una cierta crueldad provocadora.
La obra, que mezcla actores y muñecos, trata de un viaje imaginario que tres amigos hacen en el living. Trae elementos divertidos y a la vez busca llamar la atención hacia la necesidad de que los niños y niñas jueguen, desarrollen sus capacidades imaginativas y enfrenten al peor enemigo de la creatividad: la televisión.
Bitácora del Livin Run es un espectáculo estrenado hace algún tiempo y que ha recorrido un largo camino. Su evolución es visible. Principalmente en lo que se refiere a la manipulación de objetos y su dramaturgia.
Ver títeres es algo que está, de algún modo, en el inconsciente de todas las personas, como diría el Maestro Luis André (1). Imaginar un títere en una situación de riesgo, un objeto que por premisa nos alenta y nos conmueve, causa una sensación, por lo menos, interesante. Deja trasparentar una cierta crueldad provocadora.
La obra, que mezcla actores y muñecos, trata de un viaje imaginario que tres amigos hacen en el living. Trae elementos divertidos y a la vez busca llamar la atención hacia la necesidad de que los niños y niñas jueguen, desarrollen sus capacidades imaginativas y enfrenten al peor enemigo de la creatividad: la televisión.
Bitácora del Livin Run es un espectáculo estrenado hace algún tiempo y que ha recorrido un largo camino. Su evolución es visible. Principalmente en lo que se refiere a la manipulación de objetos y su dramaturgia.
El trabajo tiene una línea que quiere seguir y desde su inicio viene recogiendo informaciones e impresiones del público y también de sus pares con el fin de tener un trabajo conciso y mas efectivo.
Las coreografías, otrora desordenadas y descoordinadas, están limpias y contribuyen mucho al universo imaginativo que es el centro del montaje.
La propuesta de iluminación aún carece de profundización y algo de equipamientos. Se ven bien apuntados los ambientes de luz que la obra requiere, pero el tono lúgubre que predomina en casi todo espectáculo lo lanza – sin mucha necesidad – a una oscuridad que aplasta los momentos de colores, donde el juego de los personajes es roto por sus necesidades de niños; el hambre, el desorden, el amor.
Con una manipulación clara y objetiva es mucho más fácil llegar a una dramaturgia que prima por las acciones sobre el discurso. La escena de Mamaraxia es un ejemplo claro donde el espectador, aparte de escuchar el discurso, logra entender en que está pensando el muñeco, por l tanto su función dramática no pasa inadvertida.
Si bien se nota un cambio substancial en las actuaciones, el elenco aún es disparejo. Presenta restos de un registro vocal infantilizado – que ya fue pulido, es verdad - que debilita las actuaciones y las deja poco creíbles.
La escena de Peter como Devoráxio es insegura. El trabajo de cuerpo es impreciso. Creo que en la escena de Peter en los Transformers hay material para que el actor componga una partitura corporal más efectiva y también un Peter que refleje en sus acciones al niño adicto a la tele.
La banda sonora grabada es un aporte, pero suenan “desplazadas” las intervenciones en vivo y la canción final, que resulta como un elemento que desvía la atención del mensaje central, escapándose de la estética sonora propuesta.
El mensaje de que el antagonista es la televisión es evidente en el espectáculo. Que la actriz lo repita en el discurso que finaliza la obra es innecesario y contrario al trabajo realizado sobre el respeto a la inteligencia del espectador.
Con “Bitácora del Livin Run” el grupo ha logrado ubicar los títeres en la zona interna del actor, encontrando su lugar y funcionalidad. La obra se encuentra sólida. Es tiempo de moverla intensamente por escuelas, salas y festivales. Experimentaron harto y están listos para avanzar unos pasos más en dirección al riesgo y situar – verdaderamente – los títeres en peligro.
Las coreografías, otrora desordenadas y descoordinadas, están limpias y contribuyen mucho al universo imaginativo que es el centro del montaje.
La propuesta de iluminación aún carece de profundización y algo de equipamientos. Se ven bien apuntados los ambientes de luz que la obra requiere, pero el tono lúgubre que predomina en casi todo espectáculo lo lanza – sin mucha necesidad – a una oscuridad que aplasta los momentos de colores, donde el juego de los personajes es roto por sus necesidades de niños; el hambre, el desorden, el amor.
Con una manipulación clara y objetiva es mucho más fácil llegar a una dramaturgia que prima por las acciones sobre el discurso. La escena de Mamaraxia es un ejemplo claro donde el espectador, aparte de escuchar el discurso, logra entender en que está pensando el muñeco, por l tanto su función dramática no pasa inadvertida.
Si bien se nota un cambio substancial en las actuaciones, el elenco aún es disparejo. Presenta restos de un registro vocal infantilizado – que ya fue pulido, es verdad - que debilita las actuaciones y las deja poco creíbles.
La escena de Peter como Devoráxio es insegura. El trabajo de cuerpo es impreciso. Creo que en la escena de Peter en los Transformers hay material para que el actor componga una partitura corporal más efectiva y también un Peter que refleje en sus acciones al niño adicto a la tele.
La banda sonora grabada es un aporte, pero suenan “desplazadas” las intervenciones en vivo y la canción final, que resulta como un elemento que desvía la atención del mensaje central, escapándose de la estética sonora propuesta.
El mensaje de que el antagonista es la televisión es evidente en el espectáculo. Que la actriz lo repita en el discurso que finaliza la obra es innecesario y contrario al trabajo realizado sobre el respeto a la inteligencia del espectador.
Con “Bitácora del Livin Run” el grupo ha logrado ubicar los títeres en la zona interna del actor, encontrando su lugar y funcionalidad. La obra se encuentra sólida. Es tiempo de moverla intensamente por escuelas, salas y festivales. Experimentaron harto y están listos para avanzar unos pasos más en dirección al riesgo y situar – verdaderamente – los títeres en peligro.
(1) Formado en Dirección Teatral por la Universidad do Rio de Janeiro (UNI-RIO) y en Comunicación Social por la Universidad Federal do Rio de Janeiro (UFRJ), es director y uno de los fundadores del GRUPO SOBREVENTO, Compañía Teatral especializada en Teatro de Animación - Brasil
Luciano Bugmann
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