lunes, 4 de julio de 2011

Análisis de Espectáculo


BALTAZAR Y EL VOLANTÍN DE LOS SUEÑOS

Fiel a su estilo, la Compañía de títeres La Marraqueta nos entrega una obra dirigida a público infantil con una clara intención educativa, esta vez impulsando la integración y el incentivo a la lectura. Dirigida por Luciano Bugmann (quien por problemas de probidad no pudo escribir esta crítica) la historia de Baltazar, nos habla sobre un chico travieso, pero bien criado por su abuela, a quien le gusta sumergirse en los mundos que los libros le ofrecen, dejándose llevar por el volantín de los sueños, una especie de medio de transporte que lo traslada a un Chile de leyenda.
La integración, digamos, la inclusión de Eli en la compañía, una chica sorda que traduce las acciones de la obra y manipula, es un acierto en lo que se refiere a la ampliación de audiencias para el teatro de títeres, pero queda un poco descolocada en el tema de la obra, que incentiva la lectura y la imaginación. Sin embargo, la expresividad de Eli nos cautiva, tanto cuando traduce como cuando hace sombras corpóreas, interpretando a la princesa escondida dentro de un volcán.
El trabajo de máscaras está muy bien logrado en los personajes de la abuela, el puma y el hombre toro, no así la manipulación, a veces bella pero muchas veces torpe, en especial en los traslados de los personajes por la aparatosa escenografía. Los manipuladores se ven un poco complicado en los traslados. El espacio teatral debe considerarse un lugar sagrado, en especial si el manipulador tiene que invisibilizarse para dar vida a los muñecos. En este sentido se abre una puerta para el trabajo posterior de la compañía, que con este estreno tienen la posibilidad de ampliar su vocablo animatorio al centrarse en una técnica nueva para ellos.
La música es un personaje en si mismo, uno de los componentes mejor logrados del trabajo, otorgando atmósfera y llenando de magia los silencios y las traducciones a lenguaje de señas.
Pese a las carencias de manipulación, pese a una escenografía ambiciosa que aporta más ruido que organicidad y pese a una iluminación poco jugada y a veces sombría, Baltazar y el volantín de los sueños podría llegar a alcanzar el nivel de magia que se pretende, y que por momentos se percibe, dándole tiempo al trabajo y al rodaje de la obra.

SEBASTIÁN FARAH

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