miércoles, 6 de julio de 2011

Análisis de Espectáculo

Jonáz y el Pez Gigante


Espectáculo de la CIA Teatro Ámbar trae al espectador una obra bonita, y bien armada. Un tanto corta, pero no vacía. La dramaturgia, de forma general, está bien construida. Los muñecos tienen un estilo particular entretenido. La abuela, el pájaro, son creativos y llenan a los espectadores más pequeños de alegría. Juegan con la inteligencia de ellos. Dan sentido práctico y lúdico a lo que comúnmente llamamos reciclaje.

Para representar la historia el actor se vale de una máscara. Su lucha por decidir por sí mismo los destinos de su vida es compartida con el espectador. Logramos entrar con Jonáz, de polizontes en su espectáculo. Pero al contrario del protagonista no somos lanzados al vacío. Ni tampoco a la incertidumbre.

La máscara, aún carece de vida. El cuerpo del actor no se deja contagiar por ella, sin embargo y por haber visto más de una vez el espectáculo, el trabajo se encuentra bastante más limpio y en franca evolución.
El espectador siente la necesidad de ver a Jonáz, que está inteligentemente disimulado en la máscara y en el relato, pero a los adultos es más fácil identificarlos que a los niños. Hay un conflicto entre el Narrador, la Máscara y Jonáz que amerita un cariño más específico.

Los zapatos que quedan en el escenario claman por ser animados. Necesitan un referente significativo. Están por un largo tiempo en el centro de la escena dividiendo la atención del espectador. Quieren ser algo.

El pez gigante es bello, pero no llega a reflejarse como personaje. Por no jugar con los estatus escénicos que le otorgarían ánima, se mueve simplemente como elemento plástico. La debilidad del material con que está construido juega en favor a la representación de cadena alimenticia, natural de un pez gigante, pero no contribuye a una partitura de movimientos que pudiera alcanzar.
Los ojos laterales y biplanos también contribuyen para que no logremos entender los motivos y cursos del pez.

El padre pierde fuerza escénica en un punto bastante específico pero muy relevante: la comodidad del actor no permite al muñeco tener una mano confortable. Por otro lado la mano no se disocia de la cabeza, imprimiendo movimientos reiterativos, reafirmando el texto por largo tiempo

El registro vocal del actor conduce el espectador por un camino de dulzura y atención. Favorece el surgimiento de los personajes y su deleite por parte de quienes lo escuchan.

Luciano Bugmann



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