miércoles, 26 de octubre de 2011

Análisis de Espectáculo


Amiyen

La compañía El Kanelo Mágico compuesta por Leonor Guzmán Espinoza y Claudio Cabezas González trabajando desde el 2003, nos presenta un espectáculo de teatro de sombras con una técnica bastante apurada y de una construcción de imágenes impecable. Logran situarnos en distintos ambientes, llevando al público de Valparaíso a un universo mágico.

El Teatro de Sombras siempre nos remitirá a lo más primitivo que resguarda el ser humano. Es su expresión “artística” más antigua. Tiene un amplio poder de juego y una gama de diversidades, tanto como existen historias por contar. El Kanelo Mágico se va a lo profundo de la utilización de la técnica. Hacen un teatro interesante con una agradable sensación de cine.

Amiyen es un bonito espectáculo de teatro de sombras. Nos sitúa muy bien en la realidad del mito en el pueblo mapuche y su significación. Logran que las sombras adopten un carácter de referencia de la realidad del ser. El ser que no es él.

Técnicamente el espectáculo está muy bien elaborado. Las imágenes son coloridas, y bien trabajadas. La diversidad de los puntos de luces y colores nos envuelve. La música es imponente y absolutamente relevante para la estética general del trabajo.

Sin embargo, el drama requiere una remirada. Entendiendo la Dramaturgia, no sólo como el texto lineal de la historia, si no como la totalidad de sonidos, imágenes y expresiones vocales que la componen y una justa dosis de cada uno de estos elementos, vemos un actor que “encuentra” un libro dejado bajo una pila de diarios. Es una escena un tanto rara. El actor quiere suponer una sorpresa, pero todos sabemos – por la forma como están dispuestas las hojas de diario, esmeradamente arrugadas y por la delación evidente del caminar – que él va hacia aquel inusual montón de diarios. Las dudas antes de desenterrar el libro tampoco son convincentes, porque caricaturizan una acción y circunstancia que sirven solamente de excusa para el inicio de la obra. Un libro abandonado remite a muchos lugares. Un libro abandonado bajo una frágil pila de diarios no es lugar alguno. El actor empieza a leer un libro que – también se supone – no conoce. Sin embargo, el tono de la lectura no denota sorpresa. Adquiere una forma de relato documental que puede funcionar para determinados momentos, pero se deja caer en una monocordita que provoca lentitud a la obra y distanciamiento del interés del espectador.

Otro punto para el análisis de la dramaturgia es la relación tiempo espacio de los distintos cuadros. Todos son muy bellos. Una imagen aparece. Entrega en 30 segundos una información que es entendida a los 10. Este tiempo restante tiene que ser absorbido por el espectador. Él lo puede hacer muy bien con una o dos situaciones de esta naturaleza, pero cuando esta ecuación se repite por muchos cuadros el cansancio es inevitable. Todo es importante pero nada es urgente.

La magia de la sombra, la imagen y el color, es un viaje por el imaginario y el tiempo. Una obra que nos llama a despertar nuestros sentidos y la necesidad humana de encuentro de nuestra propia identidad.

Amiyen, La Peregrina emprende un viaje (alucinógeno) desde su tierra por diferentes mundos que la llevan a transitar por sitios antes desconocidos, que la impulsan finalmente a encontrar el propio sentido de su vida, su identidad, su fuego interior.

Una obra destinada para chicos y grandes que nos brinda optimismo y confianza en el ser humano.

Por Luciano Bugmann

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